La historia del café en Panamá es una relativamente breve, pero sumamente interesante. Hoy día este grano, y más importante aún, la bebida producida a partir de este, es un elemento ubicuo en la mesa de todos los panameños.
Desde la fonda de la esquina hasta el restaurante más exclusivo, sirven hoy con orgullo muestras de café panameño, pero no siempre fue así.
El café llega por primera vez a Panamá en 1742, tripulando un barco procedente de alguna de las islas del caribe francés (Martinica o, más probablemente Haití, que era ya un productor establecido para este tiempo). El barco, que llegó a Portobelo vía Cartagena (en donde no se produce café), registró un barril del grano entre su carga.
Sin embargo, no fue hasta 1780 que se registró por primera vez la siembra del café en territorio panameño. El colono Pedro Antonio de Ayarza intentó sembrarlo en Portobelo entre la década de 1780-90, pero pronto se dio cuenta de que era una pésima área geográfica para su cultivo y no fue hasta la segunda década del siglo XIX que comenzó a sembrarse café en otras áreas del istmo.
Para establecer su soberanía sobre todas las bebidas, tuvo que desplazar primero al chocolate (bebida originaria de América) y competir contra el té, el cual tenía firme arraigo ya en Europa.
Hoy día, Panamá mantiene el precio récord mundial por la libra de café geisha de Boquete y produce algunos de los cafés de altura más cotizados del mundo.
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